El Drago es la especie vegetal, una monocotiledónea, símbolo de la isla de Tenerife. Encierra una curiosidad geográfica que nos habla de otras épocas y otras situaciones climáticas que ha vivido el planeta Tierra. Su distribución espacial se realiza principalmente en la Macaronesia, los archipiélagos situados en la zona subtropical del oeste africano, concretamente en algunas de las Islas Canarias y en Cabo Verde. Otras especies distintas pero cercanas se pueden encontrar en algunos lugares del Océano Indico, en algunas de sus islas, en Somalia, o incluso una subespecie en el oeste de Marruecos. En medio, el desierto sahariano, esconde un pasado aún no descifrado sobre la existencia de esta especie vegetal.
Con una apariencia muy singular, de copa muy pronunciada en forma de hongo, grandes raíces muchas veces visibles en la superficie y tronco rugoso y enervado, siempre tiene una especial atracción por su singularidad estética. Su figura conecta con leyendas guanches y alegorías basadas en su contrastada longevidad. También son interesantes su múltiples usos, como el de la savia, “sangre de drago”, para cicatrizar o el uso de los troncos para colmenas.
En Canarias, la presencia de grandes ejemplares de drago ha creado un halo de misterio y secular atractivo en torno a algunos como el de Icod de los Vinos, denominado milenario aunque su edad oscila entre los 500 y 600 años, los de Pino Santo y de Meleguinas en Gran Canaria, Siete Fuentes en Los Realejos, o el de Tacoronte.